Uno de los atractivos de los mercados y los centros comerciales reside en la gran variedad de productos que ofertan en pocos metros cuadrados. Esta ventaja para el consumidor se reproduce en los marketplaces, plataformas de comercio electrónico que conectan a productores y minoristas con sus clientes finales. Los compradores disfrutan así de un amplio catálogo en el que comparar precios en pocos pasos, mientras que los pequeños comerciantes cuentan con un canal digital con el que potenciar sus ventas, algo esencial ahora que las tiendas físicas se encuentran sometidas a las restricciones sanitarias para frenar la expansión de la pandemia.
Estos espacios pueden configurarse como lugares en los que únicamente se comercializan artículos de otros vendedores –como AliExpress, perteneciente al Grupo Alibaba, de origen chino— o añadidos a estos, los de marca propia –como ocurre en el gigante estadounidense Amazon—. ¿En qué se diferencian de las tiendas en línea tradicionales? En que, mientras estas últimas —como Zara.com o Ikea.com— deciden qué productos ponen a la venta, en los marketplaces son los propios comerciantes y minoristas quienes hacen la selección entre sus propios muestrarios.
Lo mismo ocurre con el precio. En el marketplace es el vendedor quien lo controla. “En una tienda física y en una digital, el proveedor debe convencer al responsable de compras para que adquiera sus productos, pero es este el que los venderá al precio que decida. En un marketplace, generalmente, el minorista se da de alta, sube la ficha de producto a la web con el precio incluido decidido por él y ya queda disponible para los consumidores, siempre que cumpla con unas normas básicas como, por ejemplo, que no comercialice un artículo ilegal”, detalla Nacho Somalo, profesor de Marketing en OBS Business School.